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Trasfondos de facciones: I – II – III – IV – V – VI – VII 

Capítulo I: Parte I / Parte II / Desenlace

Capítulo II: Parte I / Parte II / Desenlace

Capítulo III: Parte I /


Capítulo III: la sombra de un traidor

La defensa por la capital Regalis Prime

Con la apertura de la fisura disforme en Arntor los portales de la telaraña ocultos en el sistema se revelaron: luces danzantes en oscuros callejones, altas cimas montañosas y dentro de almacenes abandonados. Un tentador trofeo para todos aquellos dispuestos a viajar rápidamente entre los diferentes planetas. Muchos ciudadanos imperiales intentaron atravesar las puertas de la telaraña en busca de un futuro mejor, aventurándose a ciegas en territorio rara vez visto por los ojos del hombre. La nueva información no tardó en llegar a los oídos de las fuerzas defensoras, que tuvieron que movilizarse para protegerse de ese nuevo frente. Ya no solamente las amenazas venían del espacio, donde los cañones orbitales podían repeler parte del enemigo; con estas entradas desveladas, tanto los Drukhari como los caóticos podrían atacar el corazón de las mayores colmenas de Regalis Major.

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Regalis prime era la colmena capital del planeta desértico, gozando de una posición aventajada respecto a defensas y capacidad de almacenamiento de munición. Un bastión inexpugnable desde fuera de las murallas, así como protegido por el único mar que Regalis Major tenía. El gobernador del sistema Lyoben Lyonsbane junto al General Tom Highway lograron que las Fuerzas de Defensa Planetaria plantasen cara a todo aquella criatura que golpease su recinto amurallado, costándole caro tanto a los Malditos de Kurgan como al enjambre tiránido Cronos el intentar desestabilizar el centro neuronal y de coordinación del Imperio en el sistema.

Pese a todo, los tiránidos no tenían problema en sacrificar sus ingentes cantidades de biomasa por agotar la munición de los defensores, así que enviaron sus enormes bionaves directamente a estrellarse contra la colmena. La artillería antiaérea golpeó duramente sus caparazones y obligaron que las sentientes bionaves acabasen por estamparse en el mar anexo a Regalis Prime, desmenuzándose en pedazos y liberando su carga mortal. Aunque se esperaba que las aguas tóxicas afectasen también a los invasores xenos, no fue así: su resistencia natural a biotoxinas y radiación les permitieron recorrer a nado las grandes distancias que separaban el lugar de impacto del distrito portuario de la capital. Cuando los escáneres detectaron la amenaza por el nuevo frente, rápidamente se movilizaron los efectivos disponibles para cubrir los muelles principales.

Cuando organismos tiránidos llegaron a la ciudad y empezaron a masacrar civiles, estos trataron de huir desesperadamente por un portal a la telaraña oculto en los callejones de una barriada abandonada, donde traficantes y prostitutas ejercían sus ilícitos trabajos ajenos a los ojos de las autoridades imperiales. Se comenzaron a hacer largas colas y hubo disturbios por todo el caos desatado, mientras genestealers y líctores solitarios cazaban a sus primeras presas. Fue el Gran Maestre Aun de los Ángeles Oscuros el primero en llegar al lugar; barriendo la zona con sus efectivos, intentó organizar a los despavoridos habitantes de Regalis Prime y mantener el control del distrito. Sus hombres se atrincheraron en los muelles circundantes a la barriada, y cada vez que algo se movía en el agua era masacrado por el fuego purificador de bólter. Aunque no tardaron en ser insuficientes los disparos, pues el número de tiránidos que aparecían crecía exponencialmente a medida que más bionaves caían llameantes desde el cielo del planeta. La sólida línea de defensa de los Ángeles Oscuros combinó la espada sierra con el fuego bólter, y mientras los organismos más pequeños eran eliminados con garantías, látigos orgánicos de monstruos marítimos agarraban y atraían a los valerosos marines espaciales hacia las podridas aguas de Regalis Prime.

Por suerte, o gracia del Emperador, el Comandante Philippo de los Guardianes de la Muerte y líder más experimentado en combatir estas amenazas llegó a cubrir las deficitarias defensas de los Ángeles Oscuros. Barriendo los muelles desde el sur de cualquier amenaza, se focalizaron en cubrir el punto donde la acumulación masiva de personas atraía a todas las insaciables y hambrientas criaturas del enjambre. Philippo alineó a sus hombres para que instruyesen rápidamente dónde debían disparar a las quitinosas monstruosidades tiránidas, así como mantener un fuego de supresión constante para abatir a los que se ocultaban bajo la superficie del agua infecta. Aunque al Gran Maestre Aun no estaba contento con que le diesen lecciones de cómo luchar, tampoco estaba dispuesto a iniciar una discusión que afectase al éxito de la defensa.

Los gritos de los civiles no tardaron en ensordecer hasta los propios disparos de bólter, cuando un haz de luz verdoso se materializó en pleno corazón del distrito portuario: rayos gauss y destellos metalizados comenzaron a avanzar por las calles, junto a una imponente figura de un líder necrón ávido por conseguir el control del portal. El Emperador Sarkoni dirigía a sus legiones sincronizadamente para desintegrar a todo aquel ser vivo que bloquease el acceso al portal. Atrapados como ratas en un callejón sin salida, y colapsado el portal de la telaraña, los huidizos habitantes de Regalis Prime no tenían donde ocultarse ni cómo luchar. El comandante Philippo tuvo que movilizar sus tropas de refuerzo calles adentro, y entablaron un feroz combate contra los necrones del Imperio de los Mutilados. No permitiría que se abriese una brecha en las defensas de Regalis Prime, ni que el portal cayese en manos enemigas.

Carles (Necrones) vs Edu/Tagi (Deatwatch)

Isma (Tiránidos) vs Manu (Ángeles oscuros)

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Las grandes forjas de Avernus

Si había algo más tentador para un orco en un mundo industrial, eran los enormes cañones imperiales con los que se artillaban a los titanes del Adeptus Titanicus; y en Avernus había una buena cantidad de ellos esperando para ser saqueados. Las órdenes de Harrisork “Pateakuloz” eran claras, y como una gran y enorme marea verde se abalanzaron hacia las fábricas de producción de dichas armas.

Aunque las salvas de torpedos orbitales sobre las fuerzas xenos eran constantes, los orkos no cesaron en su empeño por recorrer las llanuras volcánicas de Avernus, salteando cualquier obstáculo y solamente dejando que los grechins más tontos cayesen en los pozos de lava y en los ríos de acero fundido. Consciente de ello, el Mariscal San Jorge de los Templarios Negros envió un destacamento para defender el acceso a las grandes forjas de los titanes de Avernus. Pese al rechazo inicial a cualquier ayuda xenos, y la animadversión especial que tenían con los T’au después de la guerra en el golfo de Damocles, la presteza por organizar unas defensas que aguantasen el embate inicial de los orkos era una prioridad imperante. Shas’O Aloh Mont’au había reagrupado todas sus fuerzas tras la debacle planetaria de Valfar, y disponía de sus mejores esfuerzos para evitar que cualquier estúpido pusiese las manos en combustible que podría hacer detonar planetas enteros.

super vs potras

Por si no fuera poco, también se tenía informes de que los Malditos de Kurgan, junto a su líder Akhronax, también estaban interesados en adquirir ese tipo de material. Después de la dominación absoluta por las fuerzas de la disformidad de Arntor, el planeta más cercano fue Avernus, y la presencia de entes empíreos cada vez se hizo más presente en el agobiante y caluroso ambiente del planeta volcánico. El Señor de la Guerra estaba dispuesto a combatir con ferocidad para conseguir la artillería necesaria para reequipar su mermada flota espacial, así como movilizarla a través de los portales de la telaraña que conocía para derribar finalmente los muros de Regalis Prime.

El Mariscal San Jorge y el Comandante Shas’O Aloh Mont’au establecieron dos líneas de defensa para evitar que ninguna de las dos fuerzas invasoras alcanzasen a tocar ni un solo tornillo de las forjas: la primera de ellas era utilizar una vieja autopista como muralla improvisada, atrincherando a sus tropas encima de ella y mantener una ventaja táctica por la elevación de la estructura. La segunda línea de defensa consistía en una canalización que llevaba enormes cantidades de agua entre los distintos complejos industriales. Preparando cargas de detonación en su base, si la primera línea de defensa fallaba utilizarían la fuerza del agua para abnegar la zona y ralentizar el paso de los invasores. Juntamente a ello, la armada imperial en órbita se enfocaba en crear un cuello de botella con sus proyectiles y atraer a los orkos hacia la trampa diseñada por los dos líderes.

Cuando los primeros pieles verdes del Kaudillo Harrisork “Pateakuloz” aparecieron por el horizonte, se contaban por miles. Montados en kamiones, vehículos saqueados o motorizados, muchos de ellos realmente  disfrutaban de este ambiente hostil y aspiraban los vapores nocivos como si fuera el aroma de una amapola. Por supuesto, no sabían qué era una amapola. Los disparos de los Caballeros de San Jorge crearon una cortina de proyectiles que fueron mermando las rápidas tropas de Loz Piñoz Zucioz, pero aun así estos fueron capaces de alcanzar la primera línea de defensa con ciertas garantías. Y mientras Templarios Negros y orkos combatían cuerpo a cuerpo, el avance de los Malditos de Kurgan fue más cauteloso, esperando que el embate de los pieles verdes desgastase primero las defensas imperiales. Iniciando un combate de largas distancias contra los defensores T’au, los aceleradores lineales y los cañonazos de profanadores silbaban en el cielo para impactar torpemente en las atrincheradas tropas de ambos contingentes.

El kaudillo piel verde tenía un as en la manga: sus chicos más kamikazes, armados con cohetes atados en las espaldas, saltaron las grandes distancias entre las dos líneas de defensa equipados con balizas teleportadoras. Los Templarios Negros dispararon a esta nueva amenaza, pero con que solamente uno pasase y activase el cachivache que tenía entre manos, el plan funcionaría. Los marines espaciales derribaron uno tras otro a cualquier insensato que intentase superarles por el cielo, y aquellos que a duras penas aterrizaban eran aniquilados al instante por las espadas sierras de los cruzados guiados por el Castellano Santiago. Las oleadas de orkos saltadores no cesaban, mientras que en la primera línea de defensa se establecían escaleras y cuerdas con garfio y asegurar el control de la autopista. Cuando por fin uno de los orkos logró saltar y activar la baliza, unos segundos después de ser vaporizado por un cañonazo láser, aparecieron centenares de orkos en el núcleo de las mismas defensas templarias. Por ese lado, la batalla se estaba combatiendo a dos frentes, ya que si caían los marines espaciales de la primera línea de defensa, el avance orko sería imparable; y si no reducían rápidamente a los xenos teleportados, el sabotaje estaba asegurado en la segunda línea.

Por otro lado, una vez que el errático caos dominó el campo de batalla entre orkos y Templarios Negros, los Malditos de Kurgan comenzaron a avanzar para buscar un enfrentamiento más directo contra Shas’O Aloh Mont’au y sus guerreros del fuego. Las plegarias a los dioses oscuros resonaron por las devastadas llanuras volcánicas de Avernus, y al unísono recitaban los versos uno tras otro los más devotos seguidores, esperando que su ciega y malvada fe les protegiese del Bien Supremo. Akhronax encabezaba la carga contra la primera línea de defensa, envuelto en un aura de oscuridad que estremecía los corazones de los defensores T’au.

No había escapatoria, ni victoria que se consiguiese sin un gran sacrificio de sangre.

Ángel (Orkos) vs Tomás (Templarios Negros)

Kurgan (Marines del Caos) vs Edu (Imperio T’au)

las grandes forjas copia

La Nave Negra

El Inquisidor Maximus no dudaba hacia dónde se dirigía la columna mecanizada de la Jauría Errante. El impávido hombre que llamó traidor al Coronel Maneth y a sus hombres parecía saber más de lo que compartía, y pese a las incesantes cuestiones que algunos otros líderes de la defensa imperial le formularon, Maximus rechazó con ferocidad responder a ninguna de ellas hasta que el relicario extraído del laboratorio secreto no fuese recuperado. Con rudeza y exigencias, ordenó al Capitan Máximo Quintel de la 10ª Compañía de Ultramarines interceptar las fuerzas consideradas traidoras, ya que eran los efectivos más cercanos al lugar de los hechos. Indicó que debían fortalecer un hangar protegido en las entrañas de una montaña.

El líder de los Ultramarines se guardó sus intrigas y rápidamente envió tropas para proteger el lugar. Nada más llegar, estudiando el territorio y el interior del muelle de atraque, se encontró con que millares de ciudadanos imperiales enjaulados y repletos de sellos de pureza yacían para embarcar en una portentosa nave negra. El gran símbolo del Astra Telepatica que decoraba su casco no dejaba dudas de quiénes eran todos esos presos, y para qué los quería proteger el Inquisidor Maximus: era la leva de psíquicos no autorizados que debía enviarse a la sagrada Terra para alimentar el Trono Dorado. Los bibliotecarios que acompañaban al Capitán de los Ultramarines notaban el miedo que emanaba de todas esas mentes, y les preocupaba que si eran liberados de sus ataduras sacras pudiesen atraer a la mente enjambre, o lo que es peor, a demonios a Borealis. El Apotecario Jefe Ganicus aseguró la estabilidad de las sujeciones de todos esos psíquicos junto a su equipo, mientras el Capellán Rydik establecía los perímetros defensivos del hangar.Se estableció un puesto defensivo en la torre de control al pie de la montaña, equipándola con bólteres pesados y cañones láseres automatizados, así como escuadrones de exploradores ocultos en las cercanías. Se plantaron minas terrestres por todo el acceso de la carretera que conectaba con el lugar, y así poder frenar y causar bajas iniciales en los traidores de la Jauría Errante. El cañón orbital que protegía de amenazas aéreas fue tomado personalmente por el propio Capellán Rydik y un grupo de tecnomarines, modificándolo para que pudiese tomar objetivos aéreos y terrestres y usarlo como un gran obús y disuadir a los traidores. La entrada al muelle de atraque formaba un cuello de botella ideal para las tácticas del Codex Astartes, promoviendo un único frente a defender. Solo quedaba esperar la llegada de la Jauría Errante.

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Tanto los Chimeras como los Leman Russ que abrían la columna mecanizada mantenían los motores incandescentes por el largo recorrido de su viaje, pero aun así el Coronel Maneth los espueleaba para llegar lo antes posible al pie de la montaña. A medida que se acercaban a su objetivo, las hambrientas palabras de la espada persuadían más y más la enturbiada mente del humano, esperando que consiguiesen su manjar a cualquier precio. Y así fue: la nublada visión del líder de la Jauría Errante no le permitió ver las defensas que tenían preparadas los Ultramarines, ni tampoco se esperaba que fueran ellos los que combatirían para evitar conseguir su objetivo. Un gran proyectil de alta velocidad destrozó la punta principal de la columna mecanizada, estallando los primeros Leman Russ. Ese armamento, especializado en destrozar cascos de naves espaciales capitales, era mortífero contra ellos, pero por suerte se tardaba en recargar el mecanismo de disparo. Acelerando la marcha con un inspirador discurso de odio hacia los enemigos, la Jauría Errante golpeó duramente el primer perímetro defensivo, cruzándose rápidamente el fuego bólter de los exploradores marines espaciales y de todo el armamento automático implantado en la torre de control contra los rifles láser y cañonazos de batalla de Leman Russ y Basilisk. No tardaron en derribar con durísimas salvas de artillería la torre de control, que explotó dejando una humareda cubriendo la mitad del campo de batalla, rápidamente despejándose por un segundo disparo del cañón orbital sobre las tropas del Astra Militarum. Aunque esta vez erró y arrasó una gran zona boscosa.

Y cuando la fratricida batalla comenzaba sus compases, un estruendo acompañado por un destello antinatural emanaba de la colina sudeste al hangar: centenares de humanoides de metal emergieron de un portal fásico, acompañados por rápidos destructores y enjambres de escarabajos voladores. Junto a ellos, El Guardián observó cómo los mortales combatían entre ellos, y puso sus ojos especialmente sobre aquel frágil espíritu que se dejó llevar por sueños de grandeza. El cañón orbital rápidamente se dispuso a encarar a ese nuevo enemigo, y bajo las órdenes del Capellán Rydik fue disparado contra la legión de metal que bajaba por la colina: cráneos de plata y piezas de hierro saltaron por todos lados ante el primer impacto, sorprendiendo al líder necrón de ese poder destructivo en los humanos. Con su báculo señaló el arma de tan colosal poder, y todos los enjambres que sobrevolaban el campo de batalla entraron por el agujero del cañón. Cuando se dispusieron a disparar nuevamente los Ultramarines, el bloqueo del proyectil causó una implosión, despedazando toda la estructura del arma y cegando a los presentes con ese gran espectáculo de fuegos artificiales. El Guardián, satisfecho por sentir nuevamente la superioridad tecnológica a su favor, mandó colina abajo a todas sus tropas y efectivos con el único propósito de aniquilar a todos esos seres de carne y vísceras. Recuperaría ese artefacto costase lo que costase.

A falta de más sorpresas, poco a poco el atronador disparo de la artillería de la Jauría Errante, el fuego bólter de los Ultramarines y los zigzagueantes relámpagos de energía de los necrones fueron ahogados en un abrumador aullido que hacía eco entre las montañas. Los bramidos de sangre se hicieron más claros cuando los zumbantes aerodeslizadores de los Drukhari sobrevolaron por la parte más alta de la cumbre. Los Cazadores Pálidos hicieron acto de presencia, dirigidos audazmente por Druvaldi encabezando su carga montaña abajo. Inesperadamente para los imperiales, el jefe de los Drukhari señaló hacia los necrones, y todas sus lanzas oscuras y armamento exótico golpeó duramente al contingente de la Dinastía G’Sekai. Las brujas saltaron de sus transportes para encararse contra esos fríos guerreros, mientras que el propio arconte y su escolta de íncubos se abrió paso personalmente para alcanzar al líder de los necrones, a El Guardián. Parecía ser que para el líder necrón deberían lidiar antes contra sus ancestrales enemigos antes de aplastar a las razas más jóvenes.

Pese a todas las distracciones que se acumularon en el campo de batalla, el Coronel Maneth seguía implacable en conseguir llegar dentro del hangar, y alimentar con el alma de los psíquicos la reliquia que le poseía. Dejando a Drukhari y necrones combatiendo por un lado, se centró en sobrepasar las defensas de los Ultramarines, aunque tuviese que llevarse la vida del Capitán Máximo Quintel por delante.

Eric (Ultramarines) vs Chema (Astra Militarum)

Ministre (Necrones) vs Eladi (Drukhari)

la nave negra


Reglas para las partidas del Capítulo III:

1 – Composición de ejércitos: Ejércitos Veteranos de 1.500 puntos de Juego Equilibrado. No se permiten unidades de Personajes de Renombre.

2 – Las miniaturas deben representar lo más fielmente su equipamiento. Se debe evitar lo máximo posible los “proxies” y miniaturas a medio montar.

3 – Misión: Tirad el D6 en la Tabla de Guerra Eterna. Tablero estándar.

4 – Resultados: Se deberá informar al organizador una vez realizada la partida.

5 – Tiempo para jugar: El capítulo se cerrará el 5 de marzo.

6 – LA REGLA MÁS IMPORTANTE: vamos a jugar para divertirnos, aquellos que tengáis ansias competitivas que se las deje en casa. Lo primero es la deportividad y disfrutar del juego.