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Capítulo I: ecos en la disformidad.

Introducción:

La situación comenzaba a ponerse desesperada y aún no había comenzado la pronosticada guerra en el sistema solar de Anduak. La invasión de la flota enjambre tiránida Cronos rompió los esquemas de unos combatientes inexpertos contra este tipo de xenos, dejando que los organismos tiránidos recorriesen Valfar como si fuese su propio hogar. Las criaturas de vanguardia mellaron la moral de las Fuerzas de Defensa Planetaria, sucumbiendo ante la oleada de termagantes y hormagantes que colapsaban las improvisadas trincheras imperiales. Pese a tener el apoyo de la Armada Imperial, el cobarde Gobernador Planetario de Valfar, Edwein Lorach, huyó y dejó el destino de su planeta en manos del General Tom Highway.

Cuando el avezado líder reunificó las bolsas de resistencias imperiales e hizo retroceder compañías a puestos mejor fortificados comenzó a notar que las bajas humanas se redujeron considerablemente, salvando centenares de vidas e indispensable munición. Sus telépatas cada vez tenían más dificultades para mantener el contacto con sus semejantes, y podían acabar muriendo en un exhausto esfuerzo para atravesar un vacío disforme que se cernía sobre el planeta. Y si era poca la esperanza, ésta se esfumó al ver el cielo oscurecido por millares de esporas micéticas y el grueso principal de bionaves de la flota enjambre tiránida Cronos sobre el planeta. Aunque la flota de la armada combatió con determinación, fueron rápidamente superados en número y obligados a retirarse antes de que las enormes mandíbulas y tentáculos de las orgánicas naves los atraparan. Se perdieron las comunicaciones telepáticas con los hombres de Tom Highway y quedó Valfar en un aterrador silencio para los psíquicos del sistema.

introduccion 1

Durante las horas siguientes, ante infructuosos intentos de volver a contactar con el planeta, el Gobernador del Sistema Lyoben Lionsbane decidió que debía fortificar Regalis Major y Avernus lo máximo posible, ya que sin las tropas de uno y el material militar del otro esta guerra estaría completamente perdida. Las órbitas entre ellos eran cercana para estas fechas y facilitaba el transporte de soldados, por lo que se incrementó un doscientos por cien el tránsito en las rutas espaciales más rápidas. Confiaba en la experiencia del Mariscal San Jorge de los Templarios Negros, que preparaba a toda su cruzada para brindar apoyo donde fuera más necesario.

Aunque el orgullo del Adeptus Mechanicus era incomparable, tuvieron que tragárselo cuando sus cañones de defensa orbital fueron insuficientes para repeler el enorme Whaaagh que se le venía al mundo industrial Avernus. En cada potente disparo que se realizaba crecía la nube de ceniza que lentamente cubría la superficie del planeta, sumándole a los gases tóxicos que emanaban de las bocas volcánicas de las principales forjas y manufactorums. Muchos pecios orkos fueron derribados en la atmósfera, lo que favoreció a los pieles verdes en su entrada al planeta: los restos flotantes ofrecían cobertura ante los cañonazos y permitieron a los chicos del Kaudillo Harrisork “Pateakuloz” aterrizar con seguridad, mientras los lentos piedroz que habían fabricado se precipitaban sobre las principales fortalezas de defensa del Adeptus Mechanicus; grandes cráteres se abrieron allí donde antes se alzaban las murallas y torres dedicadas al Omnnissiah, replanteándose a los defensores hacer la socorrida llamada de auxilio a Regalis Major.

El kaudillo de “Loz Piñoz Zucioz” no era estúpido, y nada más despegar de la capital del sistema de Merovingian con paso seguro gracias a su talante, dirigió a los suyos hacia uno de los centenares de campos de asteroides en la frontera más exterior del sistema Anduak. Las naves humanas eran frágiles, pese a las “mejoraz” realizadas por los mekánikoz de su clan, por lo que ideó un plan de ataque usando lo que más le fascinaba del universo: “¡Laz piedraz! ¡Grandez y hermozoz pedruzcoz! ¡Quiero motorez en todoz!”. Y así fue: un par de jornadas después tenía a todo su clan esparcido entre una decena de enormes asteroides que usaría para colapsar las defensas del primer planeta que se cruzasen. Y este fue Avernus.

El mensaje de socorro de Avernus nunca llegó a su destino, ya que nuevamente una sombra se cernía sobre el sistema Anduak. Pese a ello, los defensores del volcánico planeta pudieron ver estallar parte de la flota orka que se mantuvo en órbita: los refuerzos habían llegado. El Crucero de Asalto “Lanza de Luz”, de la cruzada de Los Caballeros de San Jorge, abrió fuego con todo su arsenal sobre uno de los últimos piedroz que se abalanzaba sobre el mundo industrial, reventándolo en mil pedazos con su Cañón de Magma Dorsal. Juntamente a ellos, naves tan ágiles como oscuras se dirigieron a la superficie del planeta, esquivando los llameantes residuos de la batalla orbital. En su fugaz silueta se podía identificar el símbolo del Ordo Xenos, pertenecientes a los Guardianes de la Muerte. El Maestro de la Guardia Philippo y los miembros de la “Vigilia de la Muerte” dejaron en manos de los Templarios Negros rechazar a los orkos en el espacio, mientras él y sus hermanos aterrizaban en las zonas más conflictivas de Avernus. Cuando la flotilla de pieles verdes perdió dos Akorazadoz comenzó a retirarse y dispersarse por todo el sistema, y las órdenes del Kaudillo Harrisork “Pateakuloz” fueron clara: “¡zakead laz armaz máz grandez ke enkontréiz! ¡Whaaaagh!”. Una vez creyó que la órbita estuvo asegurada, el Castellano Santiago se sumó a los hombres del Maestro de la Guardia Philippo en la cacería de los orkos que habían tocado suelo. Mandó una docena de Arietes de Asalto Caestus repletos de cruzados mientras la maquinaria más pesada se preparaba para el despliegue.

introduccion 3

Todos los esfuerzos realizados hasta ahora estuvieron enfocados en detener el avance de los invasores xenos, pero algunos no habían olvidado la razón por la que esta serie de catástrofes asolaban los mundos de Anduak. El Inquisidor Maximus era uno de éstos, y ordenó al Maestro de la Guardia Aurelius y a sus hombres investigar el evento disforme que desembocó en el cataclismo en el sistema. El líder de los Guardianes de la Muerte sabía que era difícil seguir el rastro de esa energía, sobretodo en un sistema tan amplio como Anduak; las interferencias provocadas por las sombras de la disformidad tiránidas dificultaban aún más el trabajo para sus especialistas. Aurelius contactó con agentes del Ordo Xenos que se encontraban en Borealis, y pese a la extraña reticencia que mostraron al detallarle información sobre el estallido psíquico, sobre todo por su rango, le indicaron que en Regalis Major existían grandes antenas que estudiaban las energías disformes de la Gran Grieta. Aunque muchas de ellas fueron inutilizadas con el propio pulso energético, otras resistieron y comenzaron las reparaciones para su puesta en funcionamiento. Aurelius no necesitaba que funcionasen, simplemente acceder al registro de la actividad disforme en el sistema para poder encontrar el origen de dicha energía.

Cuando su flota entró en órbita de Regalis Minor sus sensores de largo alcance se dispararon, y sus hombres no creían lo que señalaban: por si Anduak no tenía suficiente con una flota tiránida, otra más se acercaba desde el lado opuesto del sistema. Comunicaciones de navíos exploradores de la Armada Imperial enviaron un tardío mensaje, ya que las transmisiones a través de la disformidad estaban impedidas por la propia presencia de los tiránidos. Llevaban tiempo estudiando la flota enjambre junto al Inquisidor Demetrius Kornhis y su peculiar avance, añadiendo que el evento sucedido en Merovingian había atraído la atención de la Mente Enjambre. La llamada flota enjambre Cerberus movía sus tentáculos directamente hacia los mundo internos, Avernus y Regalis Major, y para cuando el Maestro de la Guardia Aurelius llegó al planeta capital los primeros organismos de vanguardia golpearon las defensas lideradas por el Gobernador del Sistema Lyoben Lionsbane. El caos se propagó por toda la desértica corteza terrestre y aunque Aurelius sentía el deber de ayudar a los ciudadanos imperiales, sus órdenes de investigar el “Evento Cero” eran prioritarias.

No fue el único que tuvo esa idea de estudiar los registros de los sensores de disformidad, y para su malestar no fue alguien que quisiese ayudarle. Una inmensa flota de navíos atrofiados por fuerzas más allá de la comprensión humana y rediseñadas bajo la voluntad de los dioses del caos emergieron desde la grieta de Sotek, que permanecía inactiva desde el milenio 37. La flota imperial que la vigilaba fue evaporada al instante y la armada hereje liderado por Akhronax “El Maldito” realizaba su puesta en escena; surcaron la principal ruta directa y arrollaron por completo el sistema solar de Vullis Prime, dejando los planetas baldíos de vida imperial con sus bombardeos orbitales. Aprovechando las distracciones ofrecidas por los dos tentáculos tiránidos, el Señor del Caos alcanzó Anduak sin apenas ser percibido y golpear con su usual fiereza los mundos asediados por los xenos. Akhronax era consciente de que no serviría de nada desgastar sus tropas y armada contra los defensores imperiales, así que gracias a la información que el Señor de la Guerra Kurgan le entregó sabía que es lo que debía buscar concretamente, por mucho que le gustaba aplastar cráneos de Adeptus Astartes.

La flota caótica tomó posiciones sobre Regalis Minor y comenzó una cruel batalla espacial entre las múltiples armadas que colisionaron en el satélite. Si las fuerzas imperiales del sistema ya estaban colapsadas, este nuevo enemigo provocó que el estrés generado hiciese que las tropas comenzasen a luchar aún más desesperadamente. Con todas las de perder el dominio del Espaciopuerto, la flota de defensa del sistema y las naves restantes de los Templarios Negros comenzaron una estrategia de ataque y retirada y evitar bajas innecesarias. Los torpedos se perdían en la inmensidad del espacio o se estrellaban contra los cascos de las naves imperiales mientras las que estaban demasiado dañadas eran evacuadas con presteza. Akhronax aprovechó el momento para enviar a sus mejores hombres tras los Equipos de Exterminio del Maestro de la Guardia Aurelius y arrebatarles la indispensable información del “Evento Cero”.

introduccion 2

Gracias al Emperador los refuerzos no tardaron en llegar, y dos flotas más de Adeptus Astartes se unieron a la contienda sobre la agujereada luna de Regalis Major. La Antigua 10ª Compañía de los Ultramarines, capitaneada por Máximo Quintel, y la Cruzada Némesis de los Ángeles Oscuros, liderada por el Gran Maestre Aun, hicieron acto de presencia finalmente en Anduak. Lograron alcanzar los límites exteriores de Anduak con los viajes a través del empíreo. Su tardanza se debió a la peligrosidad de avanzar mediante los motores de disformidad cuando dos flotas tiránidas acorralan el sistema, obligándoles a utilizar la propulsión convencional a pleno rendimiento. La colisión entre la flota invasora y defensora fue uno de los mayores espectáculos lumínicos que los acobardados habitantes de Regalis Major pudieron contemplar en sus vidas. Iba a convertirse en una de las refriegas más sangrientas que había contemplado el subsector Merovingian desde la creación del cementerio espacial de Vanir hace milenios.

Las piezas ya estaban moviéndose por el tablero de Anduak, y cualquier error que cometiesen podría condenar a todo el subsector a años de oscuridad y devastación. En su trono de cráneos más allá del mundo material, Khorne sentía un enorme entusiasmo al saborear las emociones que emanaba Merovingian, acrecentando su interés por las masacres que se estaban llevando a cabo en su honor. No le importaba que sangre se derramase, mientras la tierra se tiñese de bermejo.

(Próximamente las batallas y los primeros emparejamientos)